Mi vida era un caos, mi pecera, esa en la que viví mil años feliz, con cristales limpitos, plantas hermosas y barcos piratas hundidos llenos de bellas joyas se me había quedado pequeña, más bien diminuta, los barcos de adorno habían perdido los colores, los cristales eran oscuros y no dejaban pasar la luz y las plantas habían muerto, pero después de esos mil años encerrada en ella, no se como deciros, tenía miedo de salir de ella, pero una sirena no puede vivir más tiempo encerrada o se muere, así que a pesar de todo salí de ella.
Los habitantes de la casa no me entendieron, todos me gritaron y los que no, me miraban de reojo:
- “ Mírala, tenía la mejor pecera del mundo, pero qué se habrá creído, saliendo de ella y echando a andar.“
…las sirenas no lloramos, así que nadie vio mis lágrimas ni entendió que necesitaba aire y respirar.
Un día una amiga me dijo:
-¿te vienes a la playa a pasar el fin de semana?.
- Si, claro, eres genial, eso es lo que necesitan mis escamas, ¡el mar!.
Salimos a pasear por el paseo marítimo y entramos a comprar unos helados y me pedí uno de tarta de manzana, nos sentamos mirando el mar.
No existe nada como el mar, sólo mirarlo y te acaricia, te consuela, te habla.
Le di un mordisco al helado, cremoso, exquisito, jamás había probado ese sabor, dulce y refrescante de la fruta, el crujiente cucurucho de galleta que se rompía en mi boca invadiéndola, las gotitas de helado que resbalaban y capturaba ávida con mi lengua mientras contemplaba la inmensidad de mi mar, ¡ais! mi mar, tan simple, tan azul, tan ondulante, puede que mi pecera fuera más hermosa, pero no hay nada como la inmensidad del mar.
La combinación de algo viejo y familiar como el mar, con lo nuevo y sorprendente del fantástico helado de tarta de manzana, obró la magia necesaria para que, al menos en ese momento, mi alma recuperara la calma, la paz, se curara y volvieran a nacer todas mis escamas nuevas y relucientes.
- ¿Sabes?, esto es mejor que un orgasmo, un día tengo que escribirlo.
Mi amiga todavía se está riendo, y ya sabéis que las sirenas siempre, siempre cumplimos nuestra palabra, de esto hace ya como cinco o seis años, pero aquí está contado lo extraordinario que puede ser el helado de tarta de manzana para una sirena.
Si, lo sé, vosotros los humanos pensaréis que eso de describir como una experiencia extraordinaria lo del helado de tarta de manzana es una tontería, pero dejadme que os diga que cada experiencia que recordamos, es única, por quien la vive, en el momento concreto que lo vive y como la siente y no hay normas para ello… el corazón es igual de complicado para las sirenas como para los humanos, estad atentos siempre a esas pequeñas cosas que se convierten en algo extraordinario, en ellas se esconde la felicidad.
Maru nos acerca este jueves a las demás experiencias inolvidables…