“...no dejes de contarme hijo como te tratan, si comes bien, en la foto te he visto más delgado, te añoro con toda el alma, un beso enorme.”
Una lágrima se le escapa y le recorre la mejilla, más enjuta que cuando salió de su país, más que la de la foto que le envió a su madre con un traje prestado.
Un paisano se ha apiadado de él y le guarda las cartas de casa, pero él sigue montándose en el camión cuando pasa recogiendo mano de obra ilegal, viviendo en las calles y en los descampados a cielo raso, el frío se le alojó en el cuerpo el pasado invierno y ni el sol del verano ha sido capaz de sacárselo.
Piensa, “¿cómo me tratan?, para ello tendrían que tratarme de alguna forma”, a veces siente simplemente que en este país no se le ve.
Querida madre,
Yo también te añoro, no puede ser de otra manera, y no es que no coma bien, es que nadie cocina como tú y ya sabes que soy muy exigente al paladar.
Además, déjame contarte que a las españolas les gusta los hombres delgados y lo reconozco, sigo siendo algo golfo, y mis ojitos azules y mi destreza al tocar el piano las atrae como las moscas a la miel, no se como quitármelas de encima, a pesar de ello, los españoles son cordiales y me tratan muy bien. No sufras por mi, mamá, que estoy perfectamente, te mando el dinero para los estudios de Alexis, dile que estudie mucho y que no se preocupe por nada.
Dale muchos abrazos a papá y para ti todo mi cariño, un beso.
Resto de amigos en los Jueves donde mi querido
Gus