No me gustan los refrescos que soy de cervecita fresquita y de tapita sibarita, por ello es que esto de régimen a pesar de no pasar hambre, que en realidad como dice mi suegro, no sabemos lo que es eso, y afortunadamente, es cierto, no lo sabemos, si que me cuesta eso de llenar un vaso de refresco de cola y hacer como la que me lo tomo con gusto, por eso es que me lo sirvo en copa, con mucho hielo, tal como le gustaba a mi hermano tomarse un “copazo” de ron con cola, con esa cara de disfrutarlo como si fuese algo magnífico y me sabe mejor, y sonrío, si no para fuera, si para dentro y recuerdo la cara que ponía de niño, y ya no tan niño, al mojar en la cola cualquier cosa que tuviese a mano, unos picos de pan, una gamba, una lonchita de jamón ibérico y escucho el “ummmm, que rico, ¿quieres?, pues tu te lo pierdes, luego no digas que no te he ofrecido”, y mi cara de asco absoluto le arrancaba una carcajada contagiosa y terminábamos todos muertos de risa, así que si me veis beber una coca cola ligth, (¿se puede decir marca?) con cara de asco y se me escapa una carcajada, ya sabéis que es mi hermano Diego que anda enredando a mi lado, puede que también veáis el reflejo de alguna lágrima, pero es que aún le echo demasiado de menos y me cuesta nombrarle, por eso os lo he contado de sopetón, todo seguido y sin respirar a penas.
“Desde luego nena, mira que eres coñazo, vaya marrón que les has soltado, cuéntales un chiste para que se rían, déjate de régimen y mariconadas y échale un chorrito de ron a eso, que estás muy plasta, ven, que te lo echo yo... “saboria” déjame que te lo eche, no huyas, ¿y un poquito de quesito de este pestoso dentro?, ¿eh?, ummmm, ¡que rico!”...
Sigo mirando la coca cola y sigo escuchándole, en realidad mire lo que mire, le escucho...
Demás amigos en casa de nuestro querido Gus.