
Le llamaban Alegría porque nadie sabía su nombre ni de donde había llegado.
Le llamaban Alegría porque a pesar de vivir en la calle ella siempre iba cantando, por fandangos, por tarantas, por alegrías, por rondeñas y en los días de fiesta hasta se arrancaba a bailar cantando por sevillanas.
Le llamaban Alegría porque siempre tenía una sonrisa bajo su mata de pelo enmarañada y teñida de reflejos de luna de plata.
Le llamaban Alegría porque siempre decía, tenemos estrella y mientras la tengamos todo irá bien.
Pero el otro día Alegría no cantaba, iba cabizbaja murmurando:
-No hay estrellas, el cielo llorará y muchos corazones llorarán, no hay estrellas, el cielo llorará y muchos corazones llorarán, no hay estrellas, el cielo llorará y muchos corazones llorarán....
como una letanía repetía esta frase, y no contestaba ni a quines le preguntaban o intentaban animarle, solo señalaba el cielo, y seguía con su letanía, rítmica y pausada y con un acento extraño...
Muchos se rieron de ella a sus espaldas y decían Alegría ha perdido la cabeza, tendremos que llamarle la Loca.
Al día siguiente no hubo estrellas, las nubes las taparon, el cielo lloró a mares en una lluvia rítmica como el compás de la letanía de Alegría y desde Portugal llegaron noticias terribles, la isla de Madeira, ese precioso paraíso había sufrido inundaciones, con pérdidas de vidas y muchos heridos, un verdadero caos donde muchos corazones lloraron...
El acento del locutor era el mismo que tenía el día anterior Alegría.
Habían perdido su estrella y con ella Alegría su alegría.
El resto de participantes donde nuestro amigo Tésalo