El silencio se ha hecho dueño de la humanidad, es el arma de destrucción del pecado de omisión, que es el peor pecado que existe, por parecer tan inofensivo.
Silencio que se esgrime ante tanta mentira, inmoralidad, estafa, agresividad, deshumanización, destrucción…
Tan acostumbrados al silencio que hasta callamos los buenos deseos, los latidos del corazón, los pensamientos y claro, así, ¿cómo vamos a entendernos?.
Permitimos con silencio la decadencia de esta época que nos ha tocado vivir y solo callamos, el silencio campa a sus anchas por las almas humanas.
Y yo, que solo susurro, a veces muero por no poder sacar ese grito desgarrador que me resuena por dentro… en silencio.
Señor, Señor, Señor… confieso que he pecado y peco de lo mismo que Tú, pecamos de silencio.
El resto de compañeros que participan en este jueves en casa de nuestra conductora por esta vez Matices, ¿no irás a escuchar otros silencios?.
Al final eres cómplice de tu propio silencio. Es el momento que vivimos, callamos y acallamos el murmullo. Piensa... siempre te quedan tus susurros y la bien llamada ilusión... para regalar palabras hasta a quien no las quiere escuchar...
ResponderEliminarGraciassssss
Besos!!
Hay que romper esos silencios, al menos a través de nuestras letras como vos lo hiciste, en forma de susurro o de grito, pero romperlo.
ResponderEliminarUna entrada excelente que nos deja pensando.
Un abrazo!
Hay que romper el silencio no sólo para decir lo que nos molesta, es casi más importante romper el silencio para decirlo que nos gusta.
ResponderEliminarlas palabras nos liberan pero también como dice el dicho somos esclavos de ellas.
ResponderEliminarBuen escrito!
En cierta forma, hemos coincidido en denunciar las enormes verdades que buscan quebrar ese forzado silencio que tanto nos duele.
ResponderEliminarUn abrazo
Buena reflexión, sirena. Sin hablar es difícil entenderse. Y sin gritar ni decir nada, ¿cómo quejarse? Me gusta. Besos.
ResponderEliminarBien podría estar fijado entre los siete pecados capitales el de silencio, complicidad que no es sino otra forma de cobardía...a pensar nos toca.
ResponderEliminarBesos y gracias por la visita
Hay silencios que son dificiles de romper, como el caso de tu relato. Hay que romper la conspiracion del silencio, y solo asi seremos libres.
ResponderEliminarBesos
Pecado de omisión. Totalmente de acuerdo, esos silencios son los peores.
ResponderEliminarEstoy contenta que hayas vuelto, al menos por un día.
Un abrazo
Callamos y consentimos, somos tan culpables como los que están destruyéndolo todo. Tú has hablado, aunque solo sea susurrando, y todos te hemos escuchado, por ahí podemos empezar.
ResponderEliminarUn beso
Mírala, hoy que se habla del silencio, habla ella! ¡Y como lo dice!
ResponderEliminarDuele saber que existen esos silencios cómplices.
Un abrazo
Que digo yo....que a vé cuando se reune el clan (Nieves, usté y yo) que ya toca.
Buen punto de enfoque le diste al silencio. Un gusto por leerte.
ResponderEliminarEl silencio te puede hacer tanto daño. Pero en realidad, porque no se trata de silencio, sino de gritos desgarradores.
ResponderEliminarBien susurrado ese silencio dañino que nos separa y mutila la convivencia. Aboguemos por la comunicación y desnudemosnos a través de la palabra.
ResponderEliminarBuen texto.
Besos
Lo peor de ese silencio es cuando, paradojicamente, se combina con las voces irracionales, de prejuicio, del sentido común, del odio, de la negación a reflexionar.
ResponderEliminarMe has hecho pensar en como a través de palabras se hace el silencio. es decir, hablando sin comunicar se tergiversa la comunicación y quedamos sintiendo un silencio desesperante pues está lleno de palabras.
ResponderEliminarTal vez me haya salido un trabalenguas, pero juro que sé lo que quiero decir ...
Besos, amiga.
Entre demiurgo, Carmen y Max, han hecho la descripción perfecta (los demás tambiéeeeeeeeeeeen); añadiriía yo que además de cobardes están invadidos por la comodidad y el pasotismo.
ResponderEliminarUn beso, compi.
Hay que alimentar ese susurro hasta que cobre potencia y se convierta en grito -o al menos, una voz altamente convincente-. Los silencios pueden interpretarse al antojo de cada uno, como impotencia o aceptación, ante la realidad.
ResponderEliminarMe ha gustado tu enfoque, describe la pasividad que predomina en este hoy tan confuso.
Besos! A mí también me encantó reencontrarme con tus letras!
Gaby*
Hoy no susurrar, sirenita, hoy gritas y este grito contagia. Me ha encantado tu reivindicativo silencio.
ResponderEliminarBesos.
Y cuanta razón sirenita. Nuestro silencio es mortal de necesidad y deberíamos gritar bien fuerte todas las injusticias que nos rodean como tú has hecho hoy. Un besote salado
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSusus, es cierto que nuestro silencio es cobarde, es cierto que nuestro silencio es complice, pero no es menos cierto que a menudo nos invade un sentimiento de impotencia, de voz que clama en el desierto de ser marionetas utilizadas y de que las voces, todas nuestras voces, ellos, los que pueden, se encargan de ponerles sordina para que no resuenen, o bien se ponen tapones en los oidos. Vease como ejemplo, el clamor antidesahucios con más de un millón de firmas que tuvo prácticcamente el mismo efecto que si no hubiera existido.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Sirena.
Sin embargo apuesto por las voces, aisladas, solas o en grupo, que nos repiten que nos aman, que nos recuerdan lo que está bien y lo que está mal, que se quejan y que celebran que al fin el ruido de fondo de este mundo nuestro no puede ser otra cosa que el coro de voces unidas. ¿Peco de optimista? ¡Qué le vamos a hacer, cada uno tiene sus debilidades!
ResponderEliminarUn abrazo a voces.
El silencio puede ser culpable de muchos males pero tambien tiene agradables sonidos. En gran medida dice mas que muchas palabras de gente locuaz y parlanchina.
ResponderEliminarA veces solo necesitamos pararnos a escucharlo.
Un abrazo.